ESPIRITUALIDAD ECOLÓGICA: RETOS
ÉTICO-SOCIALES DE LA ECOLOGÍA
Hacia una Espiritualidad Planetaria y Ecológica
Cuando
hablamos aquí de espiritualidad pensamos en una experiencia de base
omnienglobante con la cual se capta la totalidad de las cosas. En su
sentido originario espíritu, de donde viene la palabra espiritualidad, es la
cualidad de todo ser que respira. Por lo tanto es todo ser que vive, como el
ser humano, el animal y la planta. Pero no sólo eso, la Tierra entera y todo el
universo son vivenciados como portadores de espíritu, porque de ellos viene la
vida, proporcionan todos los elementos para la vida y mantienen el movimiento
creador y organizador.
Espiritualidad es la actitud que pone la
vida en el centro, que defiende y promueve la vida contra todos los mecanismos
de disminución, estancamiento y muerte.
La espiritualidad parte no del poder, ni de la acumulación, ni del
interés, ni de la razón instrumental; arranca de la razón emocional,
sacramental y simbólica. Nace de la gratuidad del mundo, de la relación
inclusiva, de la conmoción profunda, del movimiento de comunión que todas las
cosas mantienen entre sí, de la percepción del gran organismo cósmico empapado
de huellas y señales de una Realidad más alta y más última.
Hoy en día sólo llegamos a este estadio mediante una crítica
severa del paradigma de la modernidad, asentado en la razón analítica al
servicio de la voluntad de poder sobre los otros y sobre la naturaleza.
Necesitamos superarlo e incorporarlo en una totalidad mayor. La crisis ecológica revela la crisis de sentido fundamental de nuestro
sistema de vida, de nuestro modo de sociedad y de desarrollo.
No podemos seguir apoyándonos en el poder como dominio y en la
voracidad irresponsable de la naturaleza y de las personas. No podemos seguir
pretendiendo estar por encima de las cosas del universo, sino al lado de ellas
y a favor de ellas.
El desarrollo debe ser con la naturaleza y no contra la
naturaleza. Lo que actualmente debe ser mundializado no es tanto el capital, el
mercado, la ciencia y la técnica; lo que fundamentalmente debe ser más
mundializado es la solidaridad con todos los seres empezando por los más
afectados, la valorización ardiente de la vida en todas sus formas, la
participación como respuesta a la llamada de cada ser humano y a la propia
dinámica del universo, la veneración de la naturaleza de la que somos parte, y
parte responsable.
A partir de esta densidad de ser, podemos y debemos asimilar
la ciencia y la técnica como formas de garantizar el tener, de mantener o
rehacer los equilibrios ecológicos, y de satisfacer equitativamente nuestras
necesidades de forma suficiente y no perdularia.
Un
tipo de espiritualidad: la ecología profunda
Como ya hemos visto Ernest Haeckel, biólogo alemán (1834-1919) creó en 1866
la palabra ecología y la definió como el estudio de la inter-retro-relación de
todos los sistemas vivos y no-vivos entre sí y con su medio ambiente, entendido
éste como una casa de donde deriva la palabra ecología (oikos en griego =
casa). De un discurso regional, como subcapítulo de la biología, ha pasado a
ser actualmente un discurso universal, tal vez el de mayor fuerza movilizadora
del tercer milenio.
El actual estado del mundo (polución del aire, contaminación de la tierra,
pobreza de dos terceras partes de la humanidad, etc.) revela el estado de la
psique humana. Estamos enfermos por dentro. Así como
existe una ecología exterior (los ecosistemas en equilibrio o en
desequilibrio), también existe una ecología interior. El universo no está
únicamente fuera de nosotros, con su autonomía, está también dentro de
nosotros.
Las violencias y las agresiones al medio ambiente lanzan raíces profundas
en estructuras mentales que poseen su ancestralidad y genealogía en nuestro
interior. Todas las cosas están dentro de nosotros como imágenes, símbolos y
valores: el sol, el agua, el camino, las plantas, los minerales viven en
nosotros como figuras cargadas de emoción y como arquetipos. Las experiencias
benéficas que la psique humana ha vivido en su larga historia, en contacto con
la naturaleza y también con el propio cuerpo, con las más diversas pasiones,
con los otros como masculino y femenino, padre y madre, abuelos, nos, hermanos
y hermanas, dejan marcas en el inconsciente colectivo y en la percepción de
cada persona.
Hay una verdadera arqueología interior y los analistas de lo profundo han
puesto a punto un minucioso código para leerla y descifrarla. Sabemos cine el
proceso de individuación se hace en diálogo con las figuras del padre, de la
madre, de los familiares, de la casa, del medio ambiente, de los seres y
objetos cargados de significado, positivo o negativo.
Ciertamente en su afán de supervivencia, en una fase ancestral peligrosa,
el ser humano tuvo que desarrollar su instinto de agresividad, si bien en
situaciones más amenas puede manifestar sus potencialidades de convivencia y
apoyo mutuo. Tales matices comportamentales dejan marcas en el universo
interior del ser humano y en las reacciones colectivas de un pueblo.
Otras veces el proceso de personalización individual deja vestigios en
comportamientos actuales. Por ejemplo, en la experiencia de cada uno existe «su
mundo», el cuerpo, la familia, la casa, el espacio de la subjetividad. Este
ámbito se mantiene cuidado y limpio. Fuera de él existe el vacío, la realidad
amorfa y lo indeterminado. Ahí puedo tirar objetos y descuidar su cuidado, pues
se tiene la un presión de que tales espacios no existen o que nadie los ve. De
aquí se entienden los hábitos culturales de tirar basura en lugares solitarios,
en los lagos y en los mares, aparentemente sin dueño. Para la psicología
infantil, lo que no se ve no existe. Como residuo de esta visión puede
permanecer en el adulto la idea de que un objeto que no es visible no existe.
Por eso lanza al fondo del mar o esconde bajo tierra desechos nucleares o
tóxicos con la ilusoria sensación de haberlos realmente eliminado.
La cultura del capital imperante hoy en el mundo, ha elaborado métodos
propios de construcción colectiva de la subjetividad humana. En realidad los
sistemas, también los religiosos e ideológicos, solamente se mantienen porque
consiguen penetrar la mente de las personas y construirlas por dentro.
El sistema del capital y del mercado ha conseguido penetrar todos los
poros de la subjetividad personal y colectiva, determinando el modo de vivir y
de elaborar las emociones, la forma de relacionarse con los otros, con el amor
y la amistad, con la vida y con la muerte.
Así se divulga subjetivamente que la vida no tiene sentido si no está
dotada de símbolos de posesión y de status, como un cierto nivel de consumo, de
bienes, de aparatos electrónicos, de coches, de algunos objetos de arte, de vivienda
en sitios de prestigio.
Los distintos sistemas fabrican socialmente al individuo que se les adecúa,
con las virtudes que lo refuerzan, refrenando las fuerzas que podrían ponerlo
en crisis o que le permitirían elaborar una alternativa. Por eso Herbert
Marcuse hablaba justamente de la fabricación moderna del hombre unidimensional.
En lugar de enseñar a controlar los impulsos naturales del ser humano, el
sistema incentiva algunos, reforzándolos intencionalmente de manera
empobrecida, y otros simplemente los elimina. Así la sexualidad viene
proyectada como simple descarga de tensión emocional a través del intercambio
genital. Se oculta el verdadero carácter de la sexualidad, cuyo lugar no es
sólo la cama, sino toda la existencia humana como potencialidad de ternura, de
encuentro y de erotización de la relación hombre/mujer.
Otras veces se da satisfacción a las necesidades humanas ligadas al tener y
al subsistir; enfatizando el instinto de posesión, la acumulación de bienes
materiales y el trabajo solamente como producción de riqueza. En la era
tecnológica se verifica en la psiqué la invasión de objetos inanimados sin
ninguna referencia humana. Los artefactos crean soledad, los datos de la
informática y del ordenador llegan destituidos de tonalidad afectiva. Se genera
el individualismo con personalidades áridas, emotivamente fragmentadas,
hostiles y antisociales.
Los otros son vividos como extraños e impedimentos para la satisfacción de
los deseos individuales. Se oculta la otra necesidad fundamental del ser humano
que es la necesidad de ser, de elaborar su identidad única. Aquí no cabe la
manipulación y la fabricación colectiva de la subjetividad, como tan bien lo ha
subrayado Félix Guattari en toda su producción intelectual, sino la libertad,
la creatividad, la osadía de seguir caminos difíciles pero personales. Tal
dimensión es subversiva para los sistemas de regulación social, moral y
religiosa. Pero es a partir de tales caminos como el ser humano puede
enfrentarse al mundo del tener sin caer en su obsesión y ser víctima de su
fetichismo.
Ya lo decía el cacique piel roja, Seattle:
"Cuando el último árbol sea derribado, cuando el último río sea envenenado, cuando el último pez sea
capturado, solamente entonces nos daremos cuenta de que no se puede comer dinero."
![]() |
Seattle |
La ecología de la mente trata de recuperar el núcleo
valorativo-emocional del ser humano ante la naturaleza. Procura desarrollar la
capacidad de convivencia y de escucha del mensaje que todos los seres lanzan
con su presencia y de reforzar la potencialidad de encantarse con el universo,
con su complejidad, majestad, grandeza.
![Related image](https://i.pinimg.com/originals/30/ce/d3/30ced35088d23563807d1992ad395ea0.jpg)
Busca animar las energías positivas del ser humano para enfrentar con éxito
el peso de la existencia y las contradicciones de nuestra cultura dualista,
materialista, machista y consumista. Favorece el desarrollo de la dimensión
mágica y chamánica de nuestra psique. El chamán que vive en cada uno de
nosotros no entra en sintonía únicamente con las fuerzas de la razón, también
con las fuerzas del universo, presentes en nosotros por nuestros impulsos,
intuiciones, sueños y visiones.
Cada ser humano es, por naturaleza intrínseca, creativo. Incluso cuando
imita o copia lo hace partiendo de sus matrices, dejando siempre una nota de su
subjetividad irrepetible. De este modo el ser humano se abre al dinamismo
cósmico originario que lleva todo hacia delante, lo diversifica, lo vuelve más
complejo y lo hace culminar en estadios más altos de realidad y de vida. La
mente necesita involucrarse conscientemente en este pro-ceso.
Es su revolución específica. Sin la revolución de la mente será imposible
la revolución de la relación persona-naturaleza. La nueva alianza entre ser
humano y naturaleza tiene sus raíces en la profundidad humana. En ella se
elaboran las grandes motivaciones, la magia secreta que trasforma el mirar cada
realidad, transfigurándola y descubriéndola como un eslabón de la inmensa red
terrena y cósmica.
Entre la multitud de propuestas podemos presentar
las tendencias más relevantes de la discusión actual. Vemos cuatro principales
formas de expresión: la ecología ambiental,
la ecología social, la ecología mental y la ecología integral. Podrán
revisar el texto completo por medio de este enlace:
https://s3.amazonaws.com/academia.edu.documents/44708159/Articulo_EcoTeologia_-_Leonardo_Boff.pdf?AWSAccessKeyId=AKIAIWOWYYGZ2Y53UL3A&Expires=1532048768&Signature=SUFgjvgD35pOXZ7070HTTFmbbqY%3D&response-content-disposition=inline%3B%20filename%3DArticulo_EcoTeologia_-_Leonardo_Boff.pdf
https://s3.amazonaws.com/academia.edu.documents/44708159/Articulo_EcoTeologia_-_Leonardo_Boff.pdf?AWSAccessKeyId=AKIAIWOWYYGZ2Y53UL3A&Expires=1532048768&Signature=SUFgjvgD35pOXZ7070HTTFmbbqY%3D&response-content-disposition=inline%3B%20filename%3DArticulo_EcoTeologia_-_Leonardo_Boff.pdf
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